sábado, 2 de julio de 2011

La suerte de Sarkozy

El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, tiene que ser un hombre feliz. Es el Presidente de la República francesa, está casado con Carla Bruni, tiene un hijo que no pasó de segundo de derecho pero que, según Nicolas, es suficientemente inteligente como para gobernar La Defense y los dos últimos políticos que pudieron apartarle de la presidencia del país terminaron fuera de la política por culpa de una investigación judicial.

En 2006, cuando Jacques Chirac decidió no volver a presentarse, el delfín con el que todos contaban era un tipo apuesto, alto, con don de gentes y políglota llamado Jean François de Villepin. Muchos españoles lo recordarán porque fue el que se plantó ante el amigo americano en el Consejo de Seguridad de la ONU cuando se decidió invadir Irak. Villepin era el favorito a pesar de que había tenido problemas con una reforma laboral. Tenía carisma, era inteligente y era el Primer Ministro en aquella época. Sin embargo, en aquella ocasión, otra investigación le vino bien al amigo Sarko.

Entre marzo y abril de 2006, el caso Clearstream salpicó al entonces Primer Ministro. Se suponía que Villepin había dado órdenes de investigar a Sarkozy por la compra ilícita de unas fragatas, que esa investigación demostró que Nicolas era inocente y que Villepin la ocultó. Todo esto obligó a Villepin a anunciar que no buscaría la elección a Presidente de la República en 2007, lo que dejaba a Sarkozy toda la derecha para él. Tras muchas investigaciones y un juicio en el que Sarkozy ejercía la acusación particular, el año pasado, Dominique de Villepin salió absuelto de cualquier delito por el caso ClearStream ya que, según los jueces, aunque es cierto que ordenó investigar a Sarkozy, en ningún momento supo que no había tenido nada que ver en el caso.

Ahora la suerte vuelve a sonreír al Presidente. Sarko -así le llamamos los colegas- lo estaba pasando mal hace unos meses. Por primera vez desde 2007, tenía un político que le hacía sombra y le ganaba en las encuestas. Se trataba de un tipo reconocido internacionalmente que estaba guíando a muchos países a afrontar la crisis, con mejor o peor fortuna. Era un miembro del Partido Socialista de Francia al que los franceses consideraban inteligente y válido. Se llamaba Dominique Strauss-Kahn.

De repente, todo cambió. La fiscalía del Estado de Nueva York inició un proceso contra él por violación. En aquel momento, todo parecía indicar que el mujeriego DSK se había pasado de la raya y había violado a una chica guineana en un hotel de lujo de Nueva York. Había bastantes indicios en su contra y el testimonio de la chica parecía sólido, así que, tras pagar una fianza multimillonaria, el Estado de Nueva York decidió ponerle en arresto domiciliario. Hasta entonces, Strauss-Kahn era el Director del Fondo Monetario Internacional. Obviamente, alguien que no puede salir de su casa, no puede ostentar un cargo como ese, así que se le pidió amablemente que renunciase.

La suerte de Sarkozy cambió. No sólo su principal (y único) rival para las presidenciales del año que viene estaba muerto políticamente, si no que pudo utilizar su influencia para poner al frente de uno de los organismos con más poder en el mundo a su Ministra de Economía, cuya carrera política comenzó con Sarko y a quien es bastante improbable que perjudique.

Ayer conocimos que las pruebas contra él no eran tan sólidas como se creía. Según parece, aunque hubo relaciones sexuales, la única prueba de que no fueron consentidas -la declaración de la chica- se tambalea. No sólo ha entrado en contradicciones si no que su palabra, al parecer, no vale demasiado y mintió ante el Gran Jurado que decidió encausar a Strauss Kahn. Evidentemente, la presunción de inocencia (de ambos) debe prevalecer y no debemos creernos nada hasta que el juicio no se lleve a cabo, pero el juez ya ha decidido levantar el arresto domiciliario contra DSK hasta que se aclaren un poco más las cosas.

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